Junto a Sofía Pachano, Tomás Fonzi protagoniza Somos Nosotros, la obra teatral de Macarena Del Mastro y Marcelo Caballero que cuestiona la monogamia y las posibilidades del poliamor. Ese es tan solo uno de sus regresos laborales en pospandemia. El otro, su participación en MasterChef 3, que considera todo un desafío “porque no tengo guion y ven mi personalidad muy a pesar mío”.

Pero lo que realmente lo moviliza es haberse atrevido a mostrar su música, que estuvo por mucho tiempo estuvo guardada. “Me permití hacer mis propias canciones”, dispara el actor que, asegura, respeta mucho a los artistas que trabajan en la música. Acompañado por sesionistas de jazz, encabeza un proyecto musical, “honesto y auténtico”, bautizado El Amateur.

–Después del parate de la industria te lanzaste a la música. ¿Cómo fue ese proceso?

–Escucho música de toda la vida y fui encontrando lo que me gusta hacer, aunque a veces es difícil. Mi parámetro es que quiero que lo que hago me guste como espectador, así que esa vara es muy dura y muy alta. La verdad que en la música me considero un amateur pero ya es un montón para mí lanzarme en esto.

–¿Y qué es lo que más te gusta cuando sos espectador?

–La estrategia es darle lugar a lo que me gusta ver de alguien: que haga las cosas con honestidad y autenticidad. Mis canciones tienen eso y empecé a grabarlas y a tocarlas. Las veo auténticas y personales.

–¿Cuáles fueron los primeros estímulos musicales, además de las guitarreadas que hacía tu padre en medio de asados?

–Mi viejo siempre estaba con una guitarra en casa, una de práctica que era un amor. Después llegó mi propio camino. Algo que me marcó mucho fue cuando a los 14 fui a ver a BB King al Gran Rex. Me compré una entrada y fui solo. Ahí me enamoré de la guitarra y del blues, y estaba Pappo como telonero. Ese día fue un click, me voló la peluca.

–¿Cómo continuó esa búsqueda?

–Empecé a estudiar guitarra mientras trabajaba como actor. Mis primeros sueldos los gasté en las bateas de Musimundo. Y en algunas de las guitarras que tengo, que son cuatro eléctricas que quiero mucho –una de ellas es el ’81, que es mi año– y una criolla.

–Las redes ocupan hoy un lugar importante como herramienta y ventana para mostrar el arte, ¿cómo fue ese descubrimiento en la pandemia?

–Pienso que nos dimos cuenta de que eran importante hasta como modo de vida y que, sobre todo en el parate de la industria, muchos actores buscamos encontrarnos en las redes. En mi caso tuve el descubrimiento del potencial que tienen las redes sobre todo. Y está bueno pensar cómo alimentarlo, que para mí es un desafío. Estoy buscando nuevas formas de mostrar mi proyecto ahí.

–¿Sentís que después de tanto receso laboral, sobre todo en tu rubro, la cultura atraviesa un momento alentador?

–Con la pandemia se hizo larguísimo el parate y fue todo un desastre. Se paralizó por completo, a diferencia de otros rubros que se pudieron mantener. Pero creo que lo interesante fue que terminó explotando el consumo de las ficciones y las plataformas, porque nos la pasamos encerrados maratoneando y haciendo pan de masa madre y se puso en la mesa que la cultura es esencial. Hay muchísimos proyectos nacionales y hoy es una gran oportunidad de volver a ocupar esos espacios.

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